Legionela
La mayor fuente de contagio de legionela lo constituyen los sistemas de agua y aire acondicionado de los grandes edificios como oficinas, hospitales, hoteles, centros comerciales... Descubre cómo detenerla.
Legionela es el nombre común del género Legionella, que agrupa bacterias Gram negativas con forma de bacilo. Viven en aguas estancadas con un amplio rango de temperatura, preferiblemente superior a 35ºC. Su crecimiento se ve favorecido por la presencia de materia orgánica. Poseen respiración aerobia y un flagelo para desplazarse. Dentro de este género existen 48 especies y un total de unos 78 serotipos. Algunas de las especies de legionela pueden infectar a humanos. La especie más importante en este aspecto es Legionella pneumophila por sus implicaciones médicas. La legionela puede multiplicarse dentro de amebas y su cocultivo es a veces el mejor método conocido para detectar su presencia infecciosa.1
La infección por legionela se denomina legionelosis, pudiendo presentarse como una enfermedad febril, bien de carácter leve y sin focalización pulmonar denominada fiebre de Pontiac, o bien de carácter severo como una neumonía atípica denominada enfermedad del legionario. Puede llevar a complicaciones pulmonares y sus síntomas son: fatiga, dificultad para respirar y en ocasiones diarrea o dolores musculares. La mayor fuente de contagio es el sistema de aguas de grandes edificios, hoteles y hospitales, humidificadoras, máquinas de rocío, espás y fuentes de agua termal. Los sistemas de aire acondicionado son también una fuente relevante de legionela.
¿Qué es la legionela?
La legionela, legionela o legionelosis es una infección pulmonar originada por alguna bacteria de la familia Legionellaceae, especialmente la legionela pneumophila (que es la responsable del 90% de los casos), que se caracteriza por neumonía con fiebre alta. También conocida como enfermedad del legionario, su nombre deriva de que el brote original de esta bacteria aconteció durante una Convención de la Legión Americana en Philadelphia, en 1976.
Fiebre, tos fuerte, diarrea, dolores musculares o dificultad para respirar son sus síntomas más comunes.
También puede darse otra forma clínica, no neumónica, conocida como 'Fiebre de Pontiac', que se manifiesta como un síndrome febril agudo y autolimitado.
Las bacterias que causan esta enfermedad tienen su hábitat natural en aguas estancadas, y proliferan en general en ambientes cálidos y húmedos. La mayor fuente de contagio para las personas lo constituyen los sistemas de agua y aire acondicionado de los grandes edificios como oficinas, hospitales, hoteles, centros comerciales, spas... Las bacterias se inhalan al respirar y comienza la infección.
Desde finales del siglo XX la legionela es una enfermedad de declaración obligatoria. En España se estima una incidencia en torno a 3 casos por 100.000 habitantes/año.
A nivel particular no se pueden tomar medidas para prevenir la infección. Revisar y mantener en las mejores condiciones los sistemas de agua y refrigeración de los edificios que, como se ha comentado, son los focos de infección, es la única forma de evitar el desarrollo de las bacterias que originan la enfermedad.
Nunca se ha demostrado que exista riesgo de infección de una persona a otra.
¿Causas de la legionela?
La causa de las enfermedades por la familia de Legionellaceae en más de un 90% son debidas a la Legionella pneumophila. Esta bacteria reside en aguas de temperatura cálida y estancada preferiblemente, partiendo de esta fuente el desarrollo de la infección.
Mediante estas aguas y a través de gotas de aerosol se filtran por conductos de aires acondicionados en la mayor parte de los brotes epidémicos, siendo inhaladas por personas que, en su mayoría, presentan alguno de los factores de riesgo que se enunciarán en el siguiente apartado. Básicamente con algún tipo de alteración de las barreras defensivas que se hallan en el sistema respiratorio.
Desde este punto progresarán hacia los bronquios y pulmones iniciándose así una respuesta inflamatoria pulmonar que activa todo el sistema inmunológico para asentar finalmente en una zona del pulmón donde se va a generar la neumonía.
Esta bacteria presenta una capacidad de multiplicación muy alta, difícil de contrarrestar por las defensas locales del individuo y haciéndola así poco vulnerable a muchos antibióticos, tan solo sensible a unos pocos.
¿Factores de riesgo de la legionela?
Aunque cualquier persona puede infectarse con la bacteria de la legionela, hay ciertos factores de riesgo individual y ambiental que incrementan las posibilidades de contraer la enfermedad y que, además, complican el pronóstico y dificultan el tratamiento.
Entre los factores de riesgo individuales para padecer legionela destacan:
Fumar (cualquier paciente que haya contraído la legionela debe dejar de fumar inmediatamente).
Padecer algún tipo de afección pulmonar o del sistema respiratorio de carácter crónico (EPOC,asma).
Edad avanzada.
Tener debilitado el sistema inmunológico a causa de alguna enfermedad como el cáncer o el SIDA, o haber sido sometido a un trasplante.
Tomar fármacos que inhiben el sistema inmunitario (quimioterapia, corticoides).
Pacientes con enfermedades como insuficiencia renal en estado avanzado o diabetes mellitus.
Los hombres son más propensos que las mujeres a contraer la infección. Los factores ambientales determinantes para la adquisición de la legionelosis son:
La exposición a aerosoles o duchas de centros sanitarios o grandes edificios como hoteles.
La infección de material sanitario como sondas naso gástrico, equipos de respiradores hospitalarios, material sanitario infectado que se utiliza para lavados de pacientes o de sus heridas…
Infección de fuentes de refrigeración, aires acondicionados, saunas, fuentes ornamentales, riegos por aspersión, etcétera.
Por otro lado, es extremadamente rara que tras haber superado la enfermedad dicha persona pueda ser contagiada una segunda vez por la legionela. Al parecer, la primera infección podría proporcionar una cierta inmunidad contra un hipotético segundo contagio.
¿Síntomas de la legionela?
El periodo de incubación de la legionela, es decir, desde que se contrae la infección hasta la aparición de los síntomas, está entre dos y diez días y, al principio, el paciente puede sentirse cansado y débil.
Se pueden distinguir dos grupos de síntomas de la legionela en función de la enfermedad que produzca. Así, la fiebre de Pontiac, que es la forma que no produce neumonía, suele expresarse como un cuadro gripal, con cansancio, debilidad, dolores articulares, cefalea, fiebre y tos. Suele resolverse en pocos días sin ningún tipo de tratamiento, y de hecho, muchas infecciones de este tipo pasarán inadvertidas o diagnosticadas de una falsa gripe.
En el caso de la neumonía por legionela, llamada enfermedad del legionario, los síntomas suelen ser más llamativos, con tos y expectoración, sensación de falta de aire o disnea, malestar general con cefalea, a veces diarrea, dolores torácicos al respirar, y en formas más graves, cierto grado de alteración de la conciencia. En la mayoría de los casos predominan síntomas no respiratorios, por ejemplo, dolor abdominal, diarrea y fiebre. Esto hace difícil la sospecha de legionela para el médico si no es por el contexto epidemiológico.
Estos casos suelen aparecer en brotes epidémicos, relacionados con refrigeraciones contaminadas, residencias de ancianos, hospitales, etcétera.
La mortalidad de la neumonía por legionela puede llegar al 25% de los casos dado que son pacientes en su mayoría con algún trastorno respiratorio o inmunitario previo. La infección en otros individuos sin patologías previas y una administración precoz del antibiótico adecuado hacen disminuir notablemente estas cifras.
Diagnóstico de la legionela
Actualmente, para llegar a un diagnóstico de legionela se realizan las siguientes comprobaciones:
Una exploración física que constate que el paciente tiene ruidos respiratorios anormales a la auscultación, junto con otros síntomas como fiebre, tos, dolor abdominal y diarrea. Más aún si se trata de un paciente inmunodeprimido, fumador, anciano o con patología pulmonar previa. Por otro lado, existen varias pruebas para detectar la bacteria de la legionela, las más frecuentes son:
Análisis de sangre, donde se detecta una elevación de los leucocitos o glóbulos blancos así como una cifra baja de sodio.
Serología: consiste en un análisis de sangre para detectar anticuerpos específicos frente a legionela, que se realiza mediante una técnica llamada Inmunofluorescencia directa e indirecta (IFD-IFI).
Cultivo de esputo, con el cual se puede detectar la bacteria mediante crecimiento en un medio adecuado, si bien es más efectivo recurrir a ella cuando mayor es la gravedad del paciente.
Detección del antígeno de legionela en orina: a día de hoy es la prueba más solicitada para el diagnóstico de la neumonía por legionela. Consiste en detectar el antígeno del microorganismo mediante técnicas específicas en una muestra de orina. Esta prueba puede detectar la enfermedad desde el inicio de los síntomas y hasta 4-6 meses después.
¿Tratamiento de la legionela?
Para tratar la legionela se utilizan antibióticos, habitualmente quinolonas (levofloxacina, ciprofloxacina, moxifloxacina...) y macrólidos (azitromicina, claritromicina, eritromicina).
Hoy por hoy, los estudios científicos demuestran que los antibióticos más eficaces son la azitromicina y el levofloxacino, dado que penetran mejor en las células donde se halla la legionela a nivel pulmonar, así como un menor número de efectos secundarios que la eritromicina, que fue el primero en utilizarse.
La duración del tratamiento antibiótico suele ser de
Dado que se trata de una neumonía, otras medidas a aplicar suelen ser el oxígeno, y analgésicos para los dolores articulares y la cefalea.
El tratamiento de la legionela debe iniciarse en cuanto se sospeche que se padece la enfermedad, ya que si se trata adecuadamente y desde el principio el pronóstico es excelente, especialmente si el paciente no presenta ninguna patología previa ni tiene el sistema inmunitario debilitado por otras razones (trasplantes, etcétera).
Sin embargo, no hay que olvidar que esta enfermedad puede ser mortal, sobre todo para las personas que padezcan otras enfermedades, o aquellas que contraigan la infección mientras permanecen hospitalizadas por una intervención quirúrgica u otras causas.
Prevención de la legionela
Para prevenir la legionela, es preciso adoptar medidas dirigidas a evitar todas las condiciones que favorezcan que las bacterias de la familia Legionellaceae –responsables de la enfermedad, puedan colonizar un medio, se multipliquen, y se dispersen en el ambiente. Las temperaturas apropiadas para la proliferación de estas bacterias oscilan entre los 25 y 45 ºC, y las aguas estancadas y sucias son su medio favorito.
Por lo tanto, las principales medidas que se deben adoptar para prevenir la infección por legionela, y que son comunes a todas las instalaciones susceptibles de ser colonizadas por bacterias de la familia Legionellaceae son:
Evitar estancamientos de agua, con un diseño adecuado de las instalaciones.
Eliminar o reducir la suciedad, siguiendo un programa de mantenimiento.
Impedir la proliferación y supervivencia de la bacteria en la instalación, mediante una desinfección continua de la misma y el control de la temperatura.
Los edificios que cuentan con instalaciones con torres de refrigeración, especialmente si son de grandes dimensiones, siempre tienen riesgo de contaminación por legionela, y la única forma de eliminarlo es seguir escrupulosamente las actuaciones de mantenimiento y control que establece la legislación. El real decreto 865/2003, de 4 de julio, en prevención de la legionelosis, obliga también a realizar un tratamiento de limpieza y desinfección previo a la puesta en marcha de cualquier instalación de agua o aire acondicionado que haya estado parada más de un mes.
Esta medida también se debe aplicar a los equipos que nebulizan agua en ambientes exteriores, que cada vez se utilizan más en las terrazas de bares y restaurantes en épocas de altas temperaturas para mejorar el confort térmico de los clientes, y que también se emplean para humidificar los alimentos durante su almacenaje o exposición.
Las fuentes ornamentales, piscinas, spas y similares, aunque suponen un menor riesgo de contagio, también requieren limpiezas y desinfecciones periódicas, que incluyan análisis y un mantenimiento químico y biológico, empleando productos químicos autorizados.
En el caso de que se produzca un brote de legionelosis, los servicios de inspección de Salud Ambiental de Salud Pública llevan a cabo una revisión extraordinaria de las instalaciones sospechosas de ser el origen de la infección, que incluye una toma de muestras para cultivo. Si se detecta cualquier deficiencia en la instalación o en sus niveles de control, se procede al cierre cautelar de la misma. Además, se realiza una investigación epidemiológica de los casos que se hayan producido, y se alerta a los servicios asistenciales para que aumenten la vigilancia e informen de posibles nuevos casos al Servicio de Vigilancia Epidemiológica.
Prevención de la legionela en el hogar
Las medidas que se pueden adoptar en el hogar para prevenir la infección por legionela son:
En caso de emplear filtros en grifos, duchas, u otros posibles elementos terminales de la red de distribución de agua, mantenerlos siempre muy limpios. Además, es aconsejable purgar una vez a la semana los grifos que apenas se utilicen.
Las alcachofas o difusores de la ducha, mejor si son de gotas gruesas.
Una vez al año, desinfectar todos los filtros o difusores. Por ejemplo, se pueden sumergir durante 30 minutos en un litro de agua al que se le añadan previamente diez gotas de lejía.
Los aparatos de aire acondicionado privados instalados en un domicilio particular no conllevan ningún riesgo de transmisión de legionela, porque en estos dispositivos no hay un circuito cerrado de agua, por lo que no existe la posibilidad de que la bacteria se multiplique.